Tú Isla! Tú Voz! Tú Red!

  • Inicio
  • Quienes Somos!
  • Noticias
  • Negocios
  • Cultura!
  • Leyendas!
  • Apóyanos!
  • More
    • Inicio
    • Quienes Somos!
    • Noticias
    • Negocios
    • Cultura!
    • Leyendas!
    • Apóyanos!

  • Inicio
  • Quienes Somos!
  • Noticias
  • Negocios
  • Cultura!
  • Leyendas!
  • Apóyanos!

Leyendas!

La Princesa Taina Y Él Coqui

La princesa taína y el coquì

(Una leyenda de amor eterno entre la luna y la selva)

Hace muchos ciclos de luna, cuando Borikén era aún un paraíso sin conquista, vivía en el corazón de la isla una joven y hermosa princesa taína llamada Anani, que significa “flor del cielo”. Su voz era dulce como la brisa del mar y su risa podía hacer bailar a los árboles del yucayeque. Todos los guerreros la admiraban, pero su corazón no pertenecía a ninguno… al menos, no a un hombre.

Anani amaba caminar entre los bosques, descalza, hablando con los ríos y las estrellas. Una noche, al pie de una ceiba sagrada, escuchó un canto suave, repetitivo, que la hizo detenerse:

“Coquí… coquí…”

Y allí, entre las hojas, lo vio. Un pequeño sapito, de ojos brillantes como el cacao, que la miraba como si la conociera desde antes de que existiera el mundo.

Cada noche desde entonces, Anani regresaba al mismo lugar. El coquí la esperaba y le cantaba. Y ella le contaba sus sueños, sus miedos, sus anhelos de libertad. Poco a poco, la princesa se fue enamorando de aquel ser diminuto, sin entender cómo un corazón tan pequeño podía guardarle tanto amor.

Pero había un secreto…

El coquí no era un simple sapito. Era Coabey, el espíritu del bosque, castigado por los dioses por amar a una humana en otra vida. Su castigo era reencarnar eternamente como un coquí, y solo podría ser hombre de nuevo si alguien lo amaba sin desear cambiarlo.

Una noche, la princesa le susurró:

—“Coquí, no quiero que seas otra cosa. Te amo así, con tu canto, tu tamaño, y tu alma. Mientras cantes, sabré que me amas también.”

Las estrellas lloraron de emoción. Y aunque los dioses no le devolvieron su forma humana, le concedieron un regalo eterno:

Que todos los coquís de la isla canten por amor, por esa princesa que amó sin condiciones.

Anani desapareció en la selva, dicen que se convirtió en espíritu del viento, y cada vez que la brisa acaricia las hojas y los coquís cantan, es ella quien vuelve a escucharlos.

Desde entonces, Borikén jamás ha dormido en silencio, porque donde hay un coquí… hay amor.

Imprimir

Copyright © 2025 Yo Soy PR - All Rights Reserved.

Powered by

This website uses cookies.

We use cookies to analyze website traffic and optimize your website experience. By accepting our use of cookies, your data will be aggregated with all other user data.

Accept